La piel sensible o hipersensible no es un tipo de piel en sí, sino un estado de la piel que se caracteriza por diversos factores externos o internos. Los estudios concluyen que hasta el 50 % de las mujeres y casi el 44 % de los hombres describirían su piel como sensible. Las personas aquejadas de piel sensible mencionan, por ejemplo, los siguientes síntomas:
Por lo general es una autoevaluación la que lleva a la conclusión de una piel sensible, pues no siempre es posible identificar factores o desencadenantes claros que puedan provocar los síntomas mencionados. Se trata más bien de un valor derivado de la experiencia. Tampoco puede descartarse que la piel sensible sea una consecuencia de unos cuidados incorrectos o inadecuados. No obstante, en la piel hay indicios que son típicos de la piel sensible si se observan objetivamente:
La capa superior de nuestra piel es el estrato córneo. Su estructura recuerda a una pared de ladrillos: en ella se agrupan las células córneas de la piel como si fueran ladrillos y los denominados lípidos de barrera las mantienen unidas. De este modo, a partir de las células córneas y los lípidos de barrera, se forma la barrera cutánea.
Gracias a su estructura, la barrera cutánea es estable e impermeable. Las células córneas se encargan de la estabilidad y los lípidos de barrera de la protección frente a una excesiva evaporación del agua (pérdida de agua transepidérmica).
Por tanto, una barrera cutánea intacta es la base de una piel sana y protegida de los factores externos. Por el contrario, una barrera cutánea alterada será susceptible a los factores externos y además estará seca, deshidratada y sensible.
Con frecuencia, las causas de la piel sensible están relacionada en cierto modo con el estado de nuestra barrera cutánea. Si la barrera cutánea está alterada, pueden producirse los siguientes problemas:
Lo primero es eliminar en la medida de lo posible las sustancias irritantes a la hora de cuidar tu piel. Estas pueden ser, por un lado, las típicas sustancias irritantes como el perfume, las fragancias, los aceites esenciales o el alcohol. Pero algunos productos de cuidado (p. ej., según la concentración) también pueden provocar problemas en pieles sensibles. Por lo tanto, si tienes la piel sensible, debes probar con prudencia si los toleras o incluso evitarlos por completo:
Para la piel y la barrera cutánea, la limpieza es un paso crítico de la rutina de cuidado. Si la limpieza es demasiado intensa o las sustancias limpiadoras son demasiado agresivas, esto puede alterar considerablemente la barrera cutánea. Por lo tanto, para la limpieza de la piel sensible debe aplicarse la siguiente regla: tan poco como sea posible y tan frecuente como sea necesario.
Si tu piel no se engrasa durante la noche, por la mañana límpiala solo con agua a temperatura templada y prescinde de los productos limpiadores. Por lo general es suficiente con una limpieza al final del día. Para ello, utiliza un producto limpiador suave con pH neutro, por ejemplo, aceite limpiador, bálsamo limpiador, leche limpiadora o loción limpiadora.
Por cierto: dado que los productos limpiadores se eliminan de la piel lavándolos, no suele haber ningún problema en que contengan, por ejemplo, vitamina E (INCI: tocoferol, acetato de tocoferilo). Siempre que no permanezca en la piel, el contacto es tan mínimo que no es de esperar que se produzca ninguna irritación. No obstante, en este caso también conviene probar la tolerancia de cada persona.
En el caso de la piel sensible no deben utilizarse exfoliantes químicos, físicos ni enzimáticos.
Lo ideal es que, si tienes la piel sensible, utilices el menor número posible de productos limpiadores, pues cualquier producto tiene el potencial de provocar una irritación de la piel. No obstante, quien conozca bien su piel y ya utilice una crema hidratante que tolere bien, puede integrar un sérum calmante con pantenol, alantoína, bisabobol, extracto de té verde o betaglucano.
Con frecuencia, las cremas y productos hidratantes para pieles sensibles tienen una fórmula bastante minimalista. El objetivo es cuidar la piel, calmarla y reforzar la barrera cutánea. Para ello, utiliza cremas sin perfume ni sustancias irritantes. También deben evitarse en lo posible las sustancias anteriormente mencionadas, aunque siempre depende también del contexto y la respectiva concentración. Por lo tanto, hay que probar siempre la tolerancia personal de las cremas hidratantes.
En ocasiones, los filtros solares sintéticos o químicos pueden desencadenar una reacción de la piel sensible. No obstante, deberías probarlos personalmente y, en caso necesario, pasarte a las cremas solares con filtros físicos como el dióxido de titanio o el óxido de cinc. En cualquier caso, no debes prescindir de un protector solar, ya que la piel sensible reacciona con facilidad a la radiación UV y esto puede influir negativamente en su estado.